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  • Foto del escritorProyecto Chalaúras

Un poquito más sobre esta apasionada

Mi historia con la música empezó cuando era pequeña. En casa, mi padre siempre nos ha transmitido el valor de la música, y la belleza, sobre todo, de la música clásica. Me dieron la oportunidad de estudiar piano en el conservatorio, donde, además, aprendí Lenguaje Musical. Sin embargo, la metodología de esta institución, como su nombre indica, es conservadora y, al menos, en los primeros años está centrada en la formación instrumental individual y corte clásico exclusivamente. Mis inquietudes musicales iban más lejos y se salían del camino de la enseñanza reglada, por lo que decidí no continuar tras seis años de estudio.


Por otro lado, la percusión siempre me gustó. De pequeña, recuerdo que tocaba con palos de madera antiguos bidones de gasoil vacíos (del tipo Mayumaná) que habían detrás de casa, a modo de tambor. Con los amigos del barrio hicimos un grupo de tambores reciclados y, después de haber dejado el conservatorio me regalaron mi primer instrumento de percusión: una darbuka. Aprendí a tocarla viendo vídeos de internet, descargando música y haciendo patrones rítmicos sobre lo que escuchaba, y utilizaba este instrumento para evadirme de la realidad que suele vivir una adolescente. Sin embargo, llegó el momento en el que tocar sola no me hacía evolucionar, no me motivaba y necesitaba algo más.


En un viaje de intercambio a Italia, aún en el instituto, vi por primera vez una batucada. Yo no sabía lo que era, pero sí fui consciente de la energía que me transmitía, cómo los ritmos que tocaban me hacían bailar y cómo sentía la vibración de los tambores en mi cuerpo. Esa imagen y esas sensaciones siempre estuvieron ahí durante la adolescencia.

Más tarde, ya en Málaga y mayor de edad, me llevaba mi darbuka a los eventos universitarios y tuve la oportunidad de tocar, por primera vez con más gente y de manera improvisada. Me di cuenta del poder que tiene la música en grupo, cómo ese estancamiento que sentía desaparecía cuando me dejaba llevar tocando con otras personas, y todo, tenía entonces sentido.


Finalmente, por casualidad supe de la existencia de una batucada en Málaga, que además se había formado recientemente. Decidí asistir, y tras unos meses de formación, me integré en el grupo tocando el repique. Poco a poco, comencé a aprender por cuenta propia el resto de los instrumentos hasta que cuando lo conseguí, me propuse otra meta: aprender la dirección musical. Desde hace diez años dirijo, junto con mi compañero, la sección musical de la Asociación Cultural #Quilombeira Batucada.


Años más tarde descubrí el método de lenguaje de señas. Ésta es una metodología de improvisación con instrumentos de percusión, a través de un lenguaje de señas que ideó Santiago Vázquez, creador del famoso grupo argentino #LaBombadeTiempo. Tenía inquietudes por aprender, por hacer más improvisaciones, y decidí formar parte del grupo #PercutoraJamBand, capitaneado y creado por Leandro Martínez Pernia en Málaga hace cinco años. Comencé aprendiendo las señas y actualmente, junto con mis compañeros, ejerzo de directora musical en este grupo.


Durante este tiempo, además de mi función como directora musical en estos, he impartido talleres con la metodología de improvisación con señas y talleres de samba en distintas asociaciones, eventos y grupos privados, así como en el Conservatorio malagueño Manuel Carra o en la Escuela de Música de Almuñécar. Actualmente imparto clases en la escuela de la Asociación Cultural Quilombeira Batucada en Málaga, y también en la batucada creada recientemente en Alcalá del Valle (Cádiz), Samba del Valle.


La actividad musical la he compaginado con mis estudios de psicología y Máster en Intervención Social y Comunitaria. Es necesario señalar que, gracias a una beca en la Universidad de Málaga en materia de Cooperación Internacional pude viajar a Honduras hace tres años, donde puse en marcha un proyecto musical con instrumentos reciclados durante dos meses, con el alumnado de diferentes escuelas situadas en los barrios más marginados y desfavorecidos de la capital hondureña. La experiencia fue tan gratificante y reveladora que me propuse emprender en Málaga este proyecto y hacer de mi pasión, mi trabajo y mi vida.


Por tanto, de lo aprendido durante mi formación académica y experiencia musical, surgió la idea de unir herramientas psicológicas con los principales recursos musicales de los que dispongo. Dinámicas de grupo, música como terapia, percusión brasileña y finalmente baile, me permitiría enseñar y transmitir el valor de la música como herramienta transformadora, de desarrollo individual y colectivo, y medio de comunicación entre las personas, con el objetivo de promover un mundo mejor y hacer llegar una forma diferente de aprender música y divertirse creando y en conexión con otras personas.


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